Hace falta. siempre me hace falta una manta tibia cobijando mis tormentos. una mano tersa que sacuda el polvo de mis tristezas, un suspiro que sepa apagar la veladora que alumbra mi muerte, arrinconada , solitaria, acariciando las voces para cantar mi silencio.
Quisiera en la mañana poder limpiarme la piel de reproches empolvados, sacudirme la irremediable tristeza de su voz que me contó cierto día lo negra que es al final la vida, esta vida que es la misma que el me obsequió y en donde inocente de todos arrastro el pincel por todas partes y pongo gris donde el blanco predomina oscuresco el mantel donde comemos este amargo pan que ahora me sigue.
Azul triste azul que me aflije eterno como el dulce dolor de saberte dentro, etéreo transparente como mi alma sobre ti derramada, densa como la miel que se filtra en mi suave como el deseo resbaladizo perverso inevitablemente perfecto.
Quien quiera ver el hoy como un lejano atardecer viviente donde todo calla, donde todo duele, la fragilidad de tu sombra siempre al pendiente de la mia, tu respiración de niño. Quien necesite saber de dónde viene el susurro que galopa dentro de mis sienes, tendrá que saber de qué color se tiñe la tarde cuando vos no estás.
Tú El que puso sus pies en mi ventana sabiendo que no lo esperaba, Cuando la palabra amor era amargamente agria , cuando aún podía sentir la brisa de las olas tristes donde incierta me bañaba a diario. No sé si lo sabías No sé si fuiste tú el que descubrió que me escapé del mar para buscarte para siempre en la arena.
En este pedazo de cielo donde nada se encuentra, me sé tan cierta como el rozar de tu cuerpo; libélulas violetas arrastrándose en el centro de un huracán arrinconado en la esquina en la cual no me dejas espacio para suspirar por ti. No tengo ojos, sólo éstas tristes manos que tiranas palman lo amargo de lo incierto, la tibia brisa marina de un caracol que me enferma de febriles notas que no afinan para despertar de mi tormento
Algo Una especie de caricia que se esboza entre mis brazos seda negra desliz de mariposa que siempre acierta a encontrar la luz más tenue para encandilarme.
Una dulce insinuación lanzada para cantar desvaríos me promete oscuras notas oraciones en privado para no despertar groseras almas que quieran rasgar las cuerdas de nuestra húmeda guitarra.